17.6.13

weep themselves to sleep

   Reposa mi cabeza sobre la rectangular expresión de la noche solitaria. Su esponjosa suavidad me hunde en los mares del deseo y del temor del inconsciente; los conozco tan bien como mi reflejo en el espejo de cada día. Descansa, reposa, máquina de hacer sueños, en esta madrugada de junio mientras te dejas llevar por las mareas del sopor y nacen de mi sien miles de haces plateados que se elevan al cielo raso y se unen en su intrincado baile a la vez que se cuentan unos a otros las actividades del día que murió.
   Qué infelices los hilos en la maraña que nunca pueden reproducir la trama que quisieran ser. Hartos están ya de marearse en giros constantes. Crecen y vuelan alto. No quieren ver las gotas de los ojos lluviosos.
   Vuelan en la galaxia infinitamente negra movidos por la liviana pesadumbre de ser como no eligieron. Dejen de querer soltarse; dejen de cortar las raíces que los unen.
   Veo que se alzan en baile cual tibio vapor de té de 1984. Y el vaivén no los separa; se toman de las manos y juntos viajarán hasta alcanzar la libertad de su tesoro.
   Abajo, la mente que no duerme. 

12.6.13

plateado

Porque quizás la lluvia que nos venga a desatormentar nos lleve de la mano a ver mundos con arcoíris de canarios. Muy seguramente de tu voz no salgan las palabras que me echen hacia el infinito opuesto sino un soneto al futuro.
Lluvia de diamantes sobre las manos irisdicentes y sonrisas de pluma. Ríos de tinta, hojas y pergaminos, olas del sol y ventanas a través de las cuales verte sonreír con Borges en la mano y pescados en el pecho. Sí:  mañana es mejor.

2.6.13

l'essentiel est invisible pour les yeux

  Siempre estuve convencida de que el peor tipo de deseo es el que se sufre por carecer de algunos elementos invisibles. Cuando pienso en eso, la mayoría de las veces termino repitiendo el mismo ritual.  Entonces me acuesto de lado, cierro los ojos, aprieto bien los puños y me los pongo sobre el estómago, como si quisiera que me atravesaran por el ombligo. Y aunque no sea mi intención, los puños dan golpecitos y hacen fuerza, siempre, certeros de que lo que deseo está dentro de mí esperando que una mano lo saque a los tirones de entre mis entrañas.
   Creo que los puños tienen tanta fuerza que me hacen brotar agua salina por las comisuras de los ojos. Debe ser que me ocupan tanto lugar en el estómago que la piel no puede contener nada más, desborda, así que mi cuerpo deja salir lo innecesario: lágrimas, generalmente. A veces algunos gritos. La sensación que me da en la garganta me resulta la parte más extraña del ritual. Yo pienso que los elementos invisibles, o lo que sea que los puños quieran tomar, se pelean a los golpes con quién sabe qué cerca de las cuerdas vocales y me hacen una especie de nudo y no me permiten hablar.
Después me olvido de que quiero eso que no tengo y abro los ojos. Los elementos invisibles que no tenemos nos dejan repletos de cosas en el interior. 
Quizás algún día logre sacarlos... o se materialicen en el exterior.